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Itinerario AVIC en los Primeros Auxilios Espirituales en Clínica

Para adentrarme en este tema, lo primero es realizar un intento de definición de espiritualidad, lo entiendo como el aspecto que tiene que ver con la vida interior del ser humano; es decir, que tiene que ver con sus actitudes, pensamientos, sentimientos, ideales y diálogo con lo trascendente, Agneta Schreurs diría lo que se refiere «al aspecto personal y relacional»[1].

Me gustaría no confundir espiritualidad con religiosidad. «Dimensión espiritual y dimensión religiosa no son sinónimos, aunque entre ambas existen referencias recíprocas. Ambas se complementan, pero no se identifican totalmente. Toda experiencia religiosa es espiritual, pero no siempre la experiencia espiritual conlleva una opción religiosa»[2].

Casi todo lo que he leído sobre espiritualidad en clínica está relacionado con los Cuidados Paliativos, es fantástico que este campo esté cada día más en auge; pero, si «vivimos inmersos en un caleidoscopio espiritual; la búsqueda es constante y se expresa de muchas maneras»[3], ¿es necesario dejarlo únicamente para el final de la vida? ¿por qué no realizarla en todo momento de vulnerabilidad?.

Con Primeros Auxilios Espirituales (PAE) me quiero referir a la intervención de acompañamiento espiritual, que se realiza como una intervención puntual, breve e inmediata, que se realiza en un momento concreto de vulnerabilidad, en el que el ser humano se siente inseguro y necesita recobrar la «homeostasis»[4]o equilibrio vital, para volver a situarse con ánimos de esperanza.

Digamos que los primeros auxilios espirituales son una intervención de apoyo, que pueden ser aplicados por cualquier persona que tenga una mínima formación sobre espiritualidad, ya sea familiar, voluntario o profesional sociosanitario y que posteriormente se pueda coordinar con el Servicio de Atención espiritual y religiosa (SAER). Sería como un primer nivel de intervención. Considero que la persona que realiza los PAE, debe tener un mínimo de conocimiento del tema, para que en la interactuación se produzca una colaboración y no una «manipulación»[5], de tal forma que al final del proceso la que decide es la persona vulnerable. Es ayudarle a retomar el poder sobre su vida, «empoderarle, para la salud, el bienestar y la felicidad»[6].

Considero aconsejable que el lugar en el que se aplique sea un lugar tranquilo, a ser posible aislado de ruido e interrupción de otras personas que distorsionen el ambiente de tranquilidad, así «es más fácil reforzar la confianza»[7].

El itinerario de intervención espiritual lo voy a llamarItinerario AVIC', consistiría en 4 etapas:


·         Acercarse
·         Valorar
·         Intervenir
·         Confiar

Se trataría de personalizar a la luz de la espiritualidad:

Itinerario AVIC en Primeros Auxilios Espirituales, por Norka C. Risso Espinoza

Acercarse: aproximarse al prójimo de forma espontánea, devuelve a la persona vulnerable su dignidad y su valor.
La persona vulnerable, ante el acercamiento de otra persona hace suya la realidad, es como un detenerse para ‘darse cuenta’, tanto de lo terrenal como de lo trascendental.

Valorar: reconocer las cualidades y recursos de la persona vulnerable, desde una perspectiva asistencial afectiva.
Todo acompañamiento que quiera ser verdaderamente encarnado y eficaz ha de comenzar analizando cuidadosamente la situación y necesidad de los destinatarios.
La actuación desinteresada de dar/recibir atención y caridad, con todo lo que ello implica, provoca la curación interior del ser humano, al devolver la estima por sí mismo y por los demás.
La persona vulnerable al sentirse interpelada, se autopercibe, y se permite vivir su espiritualidad desde adentro hacia afuera.

Intervenir: ser pro-activo en la acción y conectar al ser humano con sus propios recursos espirituales, reconduciendo los estilos evitativos, y facilitando si es posible, poder compartirlos; o por lo menos que sea consciente de la experiencia de «amor»[8]gratuito, que le ayuda a sacar lo mejor de sí mismo desde su interioridad.
La pedagogía del acompañamiento, no se queda en aplicar las actitudes de la empatía, el respeto positivo incondicional, autenticidad,… sino que su compañía se propone como ofrecimiento de sentido, a través de la explicación que hace de toda la realidad que previamente ha valorado.
El hecho de que una persona intervenga en el cuidado del prójimo está efectivamente permeado por la convicción de que este prójimo posee una dignidad inalienable y que respetarla es algo intrínsecamente humano.
En esta etapa la persona vulnerable se posibilita el poder compartir su realidad desde cualquier nivel o necesidad espiritual, es ella la que decide por dónde quiere que se cultiven sus necesidades espirituales y por tanto, permitir ser ayudada en ese momento.

Confiar: creer en los recursos de la persona y dar esperanza. Con autenticidad y respeto, habrá que conducir a la persona vulnerable más allá de la reflexión etiológica sobre lo que le hace vulnerable, a la oportunidad de encontrar un deseo (Presencia, principios, valores, actitudes) que, le vuelva a encender el gusto por la vida, más allá de la vulnerabilidad. Se trataría de ayudar a vivir desde la «paciencia y la esperanza como elementos configuradores de sentido»[9].
La persona vulnerable, ha podido encontrar serenidad, y se siente capaz de reiniciar el camino hacia la esperanza.

Norka C. Risso Espinoza






[1] Schreurs A., Psicoterapia y espiritualidad. La integración dela dimensión espiritual en la práctica terapéutica, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2004, p.41
[2] VV.AA., La Pastoral al Estilo de San Juan de Dios, Curia General Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Roma, 2012, Apartado 3.1.
[3] Torralba F., Jesucristo 2.0, PPC, Madrid, 2012, p. 19
[4] Cucci G., La fuerza que nace de la debilidad. Aspectos psicológicos de la vida espiritual, Sal Terrae, Santander, 2014, p. 122
[5] Vicente J.C., Manipuladores cotidianos. Manual de supervivencia, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2006, p. 19-52
[6] Bimbela J.L., Yo decido. La tecnología con alma, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2014, p. 79-93
[7] Bermejo J.C., Empatía Terapéutica. La compasión del sanador herido. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2012, p. 76
[8] Rivas F., Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres de la Iglesia, San Pablo, Madrid, 2007, p. 239-243
[9] Alarcos F.J., Bioética y pastoral de la salud, San Pablo, Madrid, 2002, p. 262-268

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