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Huellas en el camino: Domingo XXII T. Ordinario


En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios». Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar la vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta».
Palabra del Señor.

*      Reflexión


En nuestro camino nos podemos encontrar muchas piedras con las que tropezamos; sin embargo, lo cierto es que también aprendemos cuando tropezamos o caemos, y siempre tenemos una mano extendida que nos ayuda a levantarnos. Seguir las huellas de Jesús es darnos cuenta que, queramos o no, maduramos y crecemos, pero para ello, debemos aprender a renunciar a la satisfacción caprichosa de todos nuestros deseos, en aras de una plenitud de vida más digna. No todo vale, habrá que aprender a llevar la cruz, con Cristo es más fácil, eso es lo que nos encontramos en el mapa, en las guías, eso es lo que nos indica la brújula, para iniciar este camino.

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