
Pedimos a la buena madre, que el color y el calor
del mes de mayo pueda mantenerse también durante este año 2020. Que este mayo,
sea el mes en el que podamos salir a la calle a disfrutar el olor a tierra y
flores que nos regala la naturaleza, que en este mes en el que el sol calienta
un poco más y los días son más largos tengamos la oportunidad de unirnos y
hacer florecer todo lo que este tiempo de pandemia se ha ido sembrando en
nuestros corazones. «María y se fue con prontitud a la región montañosa»
Las primeras noticias de finales de febrero y
principios de marzo fueron como “desperdicios orgánicos”, que no sabíamos qué
hacer con ellos, y tuvimos que caer en la cuenta que estábamos elaborando la
composta que, con el tiempo, crearía la
tierra fértil. Dicen que para elaborar una composta excelente, las claves son
elegir un buen recipiente, cuidar las proporciones de los elementos (carbono,
nitrógeno, oxígeno y agua) y un tiempo adecuado.
Pues de la mano de María, parece que lo hemos ido
haciendo: el mejor recipiente, el corazón, sabemos por María, que puede ser
dúctil, maleable, aunque siete espadas le atravesaron, siguió latiendo y amando
inmensamente.
Los elementos carbono, nitrógeno y oxígeno, son los
macronutrientes… pensemos… cuáles son
los macronutrientes que hemos tenido durante este tiempo de confinamiento,
solidaridad, aplausos, entrega, emociones a flor de piel, sentimientos
inefables, por no lastimar o no saber cómo expresar, también muchas lágrimas, unas por dolor,
otras por rabia, por frustración, sí muchas lágrimas que parecían que ahogaban
el corazón, qué bien sabía María de esto, ella que acompañó a su Hijo en el via
crucis, supo de este sufrimiento, y por eso ha podido acompañarnos. Durante
estos días he recibido llamadas de personas que me decían, estoy bien, mi
familia está bien, pero lo que está pasando me sobrepasa, oír la sirenas me
encoje el corazón… también hemos tenido la desazón, embriagados por la tristeza
de saber que muchos de nuestros hermanos pasaban a la otra orilla, pasaban a la
VIDA, sin poder despedirse físicamente, asimismo se ha producido un ambiente
que olía a miedo, a inseguridad, y así un sinfín de macronutrientes.
No obstante, no olvidemos el agua, que en
condiciones adecuadas ha mantenido la actividad de nuestra mezcla sin causar
condiciones anaeróbicas, sabéis cuál ha sido esa agua, la ORACIÓN, sí, nuestra
oración ha permitido que la actividad que se daba en nuestro corazón con esta
mezcla de macronutrientes no causara condiciones de vida sin aire para seguir
respirando, es más, la oración que casi todos hemos rezado en este tiempo es la
del Papa, cuya plegaria está dirigida a la Virgen María: «Oh
María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de
esperanza…»
Con todo esto, tal vez, ya estamos listos para preparar
la tierra para sembrar nuevas semillas, y algunas semillas han ido saliendo,
hemos aprendido a acariciar con la mirada, hemos aprendido a descentrarnos, y
poner al otro en el centro, hemos aprendido la importancia de aquello a lo que
en ocasiones no le dábamos importancia, hemos aprendido que todos podemos ser
héroes cada uno según nuestro carisma, hemos aprendido a valorar la vida, hemos
aprendido a ampliar la mirada, a tender la mano al que se caía, a compartir el
pan, a rezar los unos por los otros, hemos aprendido que no hay posibilidad de
un yo sin un tú, hemos aprendido que la afectividad es efectiva, hemos
aprendido a valorar el respeto, la responsabilidad, hemos aprendido a confiar, a vivir desde el
don de la esperanza.
Creo que cada uno a nivel individual hemos sido
capaces de conseguir una tierra fértil, sí aquello que empezó siendo “desperdicios”, con el tiempo, casi dos meses, hemos logrado
que sea tierra fértil, si juntamos toda nuestra tierra, tendremos desde luego
un mundo mejor, y por eso ahora, en el mes de mayo, toca ver las flores, sí
aquellas flores que podemos llevar a María.
Pedimos a la buena Madre, salir corriendo en busca
de nuestra “prima Isabel” para compartir la buena noticia, sí, María, tenemos
necesidad de compartir nuestro sustrato, de compartir semillas, de oler y ver
nuevas flores, intercede por nosotros para que este mes de mayo, como en Caná
de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de todo lo vivido, que
salgamos con una fuerza desbordante de amor no para dar, sino para darnos.
Norka C. Risso Espinoza
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