En la vida cristiana, la palabra
"elegidos" no se refiere a un privilegio especial que nos pone por
encima de los demás, sino a una llamada que nos invita a una misión de servicio
y entrega. Es un recordatorio de que hemos sido escogidos para ser testigos del
amor de Dios en el mundo, no desde la ostentación, sino desde la humildad, la
sencillez y la autenticidad.
Ser elegidos implica una profunda
responsabilidad: servir y amar como lo hizo Jesús. Esto
significa vivir con la mirada puesta en los demás, especialmente en los más
vulnerables, convirtiendo cada gesto en un signo de hospitalidad y misericordia.
Cristo nos invita a vivir con
alegría, no una alegría superficial, sino aquella que brota de la certeza de
que Él camina con nosotros, animándonos con su Espíritu. Esa presencia nos da
fuerza para luchar por la verdad y la justicia, a pesar de las dificultades y
los desafíos.
Ser elegidos también nos
interpela a abandonar la búsqueda de poder, privilegios o reconocimiento. En nuestra
sociedad, que mayoritariamente valora el éxito material, los "primeros
puestos" o la acumulación de bienes, Jesús nos enseña que la verdadera
grandeza radica en la sencillez y en poner al otro en el centro. Nuestra misión
no está en el lujo, ni en el aplauso, sino en ser sal y fermento: pequeños
gestos cotidianos que transforman y dan sabor a la vida de quienes nos rodean.
Ser elegidos para anunciar la
salvación implica vivir con coherencia. No se trata sólo de palabras, sino
de un testimonio que sea creíble y auténtico, que refleje que hemos puesto nuestra
confianza en nuestro Salvador. El amor, la libertad y la verdad son algunos de los pilares de
este camino; no podemos ceder a la mentira ni al egoísmo, porque el mensaje de
Cristo es un mensaje de autenticidad y de amor incondicional.
Esta elección que hemos recibido
nos impulsa a vivir con generosidad y gratitud, reconociendo que no estamos
solos: Cristo está con nosotros, sosteniéndonos en el servicio y renovándonos
con su Espíritu. Si permanecemos en Él, nuestra vida será un testimonio vivo de
la esperanza que Dios quiere sembrar en el mundo. Como "elegidos", estamos llamados
a transformar nuestra existencia en un camino de amor, libertad y verdad.
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