Ir al contenido principal

Pero no te veo


Por favor, no me sueltes de la mano,
siento que estoy cayendo en el abismo de mi propia inseguridad,
de mis miedos, de mi fragilidad, de mi pequeñez;
me parece que estoy yendo demasiado deprisa,
y aunque disfruto de cada paso sabiéndote a mi lado,
me siento sola, porque voy a un ritmo completamente diferente.

Te amo con locura, desde luego no como los santos, 
pero eres mi vida, mi sentido, mi todo,
por ti todo vale la pena: disponibilidad, entrega, servicio, 
noches sin dormir, mochila cargada, zapatillas gastadas por el camino,
siempre una sonrisa, aunque el corazón se esté rompiendo,
e intento mirar tu rostro y no lo veo.

Sé que soy injusta quejándome, te tengo a ti, 
que realmente eres fuerza en mi debilidad, descanso en mi cansancio, 
luz en mi oscuridad, música armónica en mi ruido.

No obstante, me paro a mirar y no veo con quién caminar
a mi lado muchas personas, compañeros, amigos, familia,
que estarían dispuestos a levantarme si me caigo, 
pero que no están dispuestos a recorrer el mismo camino,
es normal que nadie pueda/quiera caminar a otro ritmo,
y entonces aflora la inseguridad, tentadora, lastimando, cuestionando,
por qué estás aquí, ve más lento, o ve más deprisa…
aunque un susurro por dentro me dice que este es el ritmo adecuado, 
no obstante, busco tu rostro y no lo veo.

Me siento sola, sé que estás, pero parece que juegas al escondite;
por momentos, sobre todo cuando llega la noche te pregunto por qué te escondes,
en ocasiones mi cuerpo se estremece pensando que tal vez estoy sola,
que tal vez me equivoco, que tal vez todo está siendo un sueño,
el mal espíritu quiere hacer de las suyas, pero no le dejo,
me aferro a ti, sé que estás, intento mirar detrás de los árboles, 
tal vez me estés mirando, pero yo no te veo.

Unos prefieren ir más lento: en el relativismo, en el no saber, 
en el conformarse con los mínimos
y yo estoy ansiosa por seguir caminando 
hacia dónde no lo sé, pero eres tú quien sigue susurrando en mí,
y entra el miedo, otro tentador del camino, 
aun así, mi hambre por ti es superior al miedo;
los grandes comensales se reúnen hablando de ti,
de lo que se disfruta del banquete,
me gustaría probar algunas migajas, 
pero no me siento digna de estar en esa mesa
cuando me he atrevido a llamar a la puerta
se han reído de mí, no obstante, escuchaba tu voz,
atisbo por las ventanas, sé que estás allí, pero no te veo.

@pasbiopal #pasbiopal

Comentarios

  1. Un testimonio de valentía y perseverancia en el viaje espiritual, a pesar de las dificultades y las preguntas sin respuesta. A través de la honestidad y la vulnerabilidad en estas palabras, se transmite la complejidad de la relación con la fe y la constante búsqueda de la presencia divina en medio de la incertidumbre.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Un año nuevo, un horizonte nuevo: vivir la esperanza

  ¡Feliz Año 2025, Año del Jubileo de la Esperanza! Comenzamos un nuevo año cargado de promesas, un tiempo para mirar al futuro con ilusión y abrazar el presente como un don de Dios. Todo lo que hemos vivido, con sus alegrías y aprendizajes, nos impulsa hacia un 2025 lleno de posibilidades. Este momento, en el que dejamos atrás un año y nos preparamos para abrazar uno nuevo, nos invita a detenernos. No para quedarnos atrapados en el pasado, sino para mirar todo lo vivido con gratitud: lo bueno, lo difícil, lo inesperado. Dios nos ha acompañado en cada paso, sosteniéndonos aun cuando quizás no lo percibíamos, y en su amor infinito, nos sigue impulsando hacia adelante. " Dad gracias en toda circunstancia, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús " (1 Tesalonicenses 5, 18). Que la gratitud sea la llave para abrir nuevas puertas. Que la esperanza nos impulse a soñar sin límites. Que la alegría y el amor guíen cada uno de nuestros pasos. Que la conf...

El valor de las acciones junto al de nuestras palabras

Había una vez un humilde carpintero que vivía en un pequeño pueblo. Sus manos eran expertas en tallar la madera, y con paciencia y amor creaba muebles que duraban generaciones. La gente del pueblo lo elogiaba constantemente. "¡Qué hermoso trabajo haces!", le decían. "Tus mesas son las mejores que hemos visto". Pero, cuando se trataba de encargar un nuevo mueble, muchas veces preferían a otros carpinteros del pueblo o compraban muebles de menor calidad en otros lugares. El carpintero escuchaba los halagos, pero pronto se dio cuenta de que, a pesar de las bonitas palabras, no se le tenía en cuenta cuando realmente importaba. Poco a poco, empezó a sentir que no valoraban su trabajo. Se dio cuenta de que no era cuestión de escuchar lo que decían, sino de observar lo que hacían. "No me sirve de nada que me digan que mis muebles son los mejores, si luego buscan a otros para hacerlos" , pensaba. Un día, tras reflexionar en oración, decidió tomar una decisión imp...

Más allá del espejo: el autoconcepto en la mirada de Dios

Últimamente me han definido de una manera que me ha herido, y eso me ha llevado a cuestionarme mi autoconcepto. Vivimos rodeados de opiniones, etiquetas y expectativas . Desde que nacemos, la mirada de los demás va moldeando la imagen que tenemos de nosotros mismos. A veces, nos reconocemos en ese reflejo; otras, nos sentimos ajenos a él. Nos preguntamos si somos lo que los demás dicen, lo que proyectamos, lo que hacemos… Pero, ¿es esa nuestra verdad más profunda? Para descubrirnos de verdad, hay una pregunta que puede cambiarlo todo: ¿Quién dice Dios que soy? Su mirada es la única que nos ve con absoluta claridad, sin distorsiones ni condiciones. En ella encontramos la respuesta que da sentido a nuestra identidad. La construcción del autoconcepto: una mirada desde la fe Hay momentos en la vida en los que sentimos la necesidad de hacer silencio y preguntarnos: " ¿Quién soy realmente? " No quién dicen los demás que somos, ni la imagen que proyectamos, sino lo que en...