«Sacerdotes al servicio de una Iglesia en
camino» es el lema que centrará este año el Día
del Seminario. La Iglesia celebra esta jornada el 19 de
marzo, solemnidad de San José. En las comunidades
autónomas en las que no es festivo, se celebra el domingo más cercano. En este
caso, el 20 de
marzo.
El Día del Seminario es ocasión para que todo
el pueblo de Dios sepamos dar gracias por las vocaciones sacerdotales y podamos
pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. En el contexto del
Sínodo universal convocado por el papa Francisco, la Iglesia reconoce
agradecida el gran don que supone el poder peregrinar unidos, tras las huellas
de Cristo, buen pastor y sumo y eterno sacerdote. Los sacerdotes estamos
llamados en este día a recordar nuestros años de formación en el seminario, que
nos hicieron profundizar en el camino que habíamos iniciado al responder a la
invitación del Señor a seguirle. Años en los que la Iglesia nos cuidó y nos
acompañó para que llegara a buen término en nosotros la obra que Dios mismo
había empezado. En esta jornada se nos ofrece la posibilidad de mirar a
nuestros seminarios actualmente, no con nostalgia o añoranza de tiempos pasados,
sino con confianza en Dios, sabiendo que todo es suyo y que él vela por su
Iglesia. Se trata, pues, de buscar la renovación de la formación en nuestros
seminarios, de manera que respondan mejor a los retos que hoy nos lanza nuestra
Iglesia y nuestro mundo. «La renovación de los seminarios es una expresión
significativa de la conversión pastoral a la que el papa Francisco convoca a
todas las instituciones eclesiales» (FPM, n. 58). En cada tiempo y en toda
circunstancia, la providencia divina actúa conforme a sus designios de
misericordia. También en nuestra época Dios sigue actuando y sigue suscitando
vocaciones sacerdotales entre nuestros jóvenes. El lema de este año para la
jornada del Día del Seminario se inspira en el proceso sinodal en el que está inmersa
la Iglesia entera, él va a orientar nuestra reflexión acerca de la vocación
sacerdotal. La riqueza de la vocación no se puede resumir en unas pocas líneas,
ni tampoco pretender hacer un breve tratado teológico acerca del ministerio
sacerdotal. «Entre las diversas vocaciones suscitadas incesantemente por el
Espíritu Santo en el pueblo de Dios, como manifestación de la inconmensurable
riqueza de Cristo, se encuentran las vocaciones al ministerio ordenado» (cf.
ChV, n. 257; 295). Esta reflexión espera ser una ayuda y un estímulo, para que
reconozcamos el gran don que Dios nos hizo y sepamos proponer a los jóvenes de
nuestro tiempo la belleza y la alegría de la vocación sacerdotal. «Solamente de
esta manera se podrán sentar las bases indispensables para que toda vocación
pueda ser percibida en su verdad, amada en su belleza y vivida con entrega
total y con gozo profundo» (PDV, n. 37).
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