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Mostrando entradas de 2025

No escondas tu corazón: nació para amar

  En el camino de la fe, a veces el corazón llega cansado. Hay almas que han amado mucho y han sido poco entendidas. Miradas que lo han entregado todo y han encontrado silencio. Y, aun así, en medio de ese cansancio, sigue viva una verdad que no se apaga: fuimos creados para amar, no para escondernos. Lo que hoy compartimos nace de ahí, de lo cotidiano, de ese Evangelio que se encarna en gestos sencillos y sostiene cuando faltan las palabras, pero no el amor. Estas líneas son para quienes sienten que caminan solos, para quienes aman con profundidad y a veces se preguntan si merece la pena seguir así. Para quienes han pensado en cerrar el corazón por miedo, pero todavía lo sienten latiendo. No te encierres por temor a no ser comprendido. Deja que tu corazón llegue donde alguien sepa acogerlo. No se trata de que todos lo entiendan, sino de que alguien lo valore. De que alguien sepa cuidarlo. Hay momentos en los que uno se cansa de explicarse, de justificar lo que siente, de def...

Lo que duele no es la palabra sino la mirada

  Hay palabras que no duelen por su literalidad, sino porque encierran miradas que reducen. Y al recordarlas, ya no son algo difuso que remueve por dentro, sino una conciencia clara de que esas miradas hacen daño. Al nombrarlas, el alma las reconoce… y sangra un poco. Es el precio de la lucidez: ver con claridad lo que ya no encaja, lo que antes se justificaba y ahora se sabe que toca injustamente. Duele, no por querer enfrentamientos, sino porque hay que poner límites donde antes se quiso cuidar, acompañar, entender. Duele la distancia emocional, duele la descompensación, duele ver que, por más que se midan las palabras, el otro sigue mirando con dureza. Cada vez que se recibe una palabra así, el corazón la siente con toda su densidad, no solo por lo que se escucha, sino por lo que significa en la historia compartida. @pasbiopal

Arrodillarse tiene sentido desde la libertad

  Se repite con frecuencia que el camino de la humildad pasa por la humillación, pero cuanto más lo escucho, más me doy cuenta de que algo en esa frase chirría; porque ni la experiencia humana ni el corazón del Evangelio parecen sostener algo así. Aunque humildad y humillación compartan una misma raíz — humus , tierra—, no brotan del mismo lugar ni producen el mismo fruto. La humildad nace desde dentro. Es fruto de un largo trabajo interior, de una mirada que se ha vuelto verdadera, de una presencia que ya no necesita inflarse ni esconderse. Es un estado en el que uno ya no lucha por aparentar lo que no es, ni se avergüenza de sus límites, ni necesita ocupar el centro para sentirse valioso. Humildad es habitar la propia medida, con paz. Saber que no se es más que nadie, pero tampoco menos. No hace daño, no aplasta, no impone. Es una forma de estar que aligera el alma. La humillación, en cambio, entra desde fuera. Llega como gesto que rebaja, palabra que silencia, mirada que r...

Habitar la herida sin dejar de amar

En pasbiopal queremos compartir contigo esta reflexión: Hay momentos en los que el alma ha sido herida, y levantar barreras parecería la opción más sencilla. Tomar distancia, argumentar desde la razón, esconder lo vulnerable bajo una apariencia de firmeza. Sin embargo, hay quien, aun herido, escoge un camino distinto. Desea responder desde la fidelidad a Dios, sin negar lo que duele, pero sin dejar que ese dolor determine su forma de amar. Esa elección no protege ni adormece. No grita, pero tampoco silencia lo injusto. No señala con dureza, pero tampoco borra las huellas del daño. Amar desde ahí no es un ejercicio sentimental, es una forma de verdad. Una manera de permanecer sin traicionarse, de decir lo necesario sin aplastar, de ofrecer cuidado sin disfrazar el conflicto. No se trata de fingir calma ni de negar lo que se sufre, sino de dejar que el amor se convierta en raíz y no en respuesta. Solo desde ese lugar profundo, donde Dios permanece, puede sostenerse una fidelidad así. ...

Resonancias: Cuando el fruto aún no se ve, pero el Espíritu ya está

En pasbiopal queremos compartir contigo esta reflexión: Enseñar Se dice que el Espíritu enseña todo, y es cierto: enseña con silencios, con intuiciones, con ese olfato interior que ayuda a discernir lo que alimenta y lo que no. Pero también se aprende con palabras, con contenidos, con aquellos saberes que, lejos de estorbar, afinan la sensibilidad. Hay quienes descubren a Dios en un gesto sencillo, y hay quienes necesitan primero ponerle nombre a las cosas para reconocer su sabor. A veces, para saber si algo huele a Evangelio, antes hay que haber olido muchas cosas. Y eso también se enseña. Porque el corazón, cuando se forma bien, no está reñido con la inteligencia; se afinan mutuamente. Recordar Se dice que el Espíritu recuerda lo bello, no lo que hiere. Y ojalá fuera siempre así. Pero a veces el recuerdo llega mezclado, y en él laten tanto la belleza como la ausencia. Hay recuerdos que curan y otros que reclaman. Y está bien: no todo lo que duele es ajeno a Dios. A veces el mis...

La verdad que sana y la que hiere: cuando corregir no es amar

En pasbiopal queremos compartir contigo esta reflexión: La corrección fraterna es un arte, una entrega del alma que nace del amor incondicional y del profundo deseo de ver crecer al otro, se trata de descentrarse. Es luz en medio de la sombra, un gesto de ternura que se ofrece sin esperar nada a cambio, solo con la intención de ayudar a pulir las imperfecciones que nos impiden brillar con nuestra verdadera esencia. Es un acto de auténtica fraternidad, un lazo que respeta la dignidad de cada ser humano y le recuerda que su valor no está en sus aciertos o errores, sino en su ser. A veces, sin embargo, la verdad que se nos dice no nos libera, sino que nos aplasta. No porque la verdad sea dura en sí misma, sino porque la manera en que se nos entrega no busca sanar, sino someter. La diferencia entre una corrección fraterna y un juicio disfrazado de ayuda no está en las palabras exactas que se usan, sino en el corazón desde el que brotan o incluso desde el enfado desde el que brotan. La ...

Perfeccionismo: un camino hacia la plenitud del Amor

  En pasbiopal queremos compartir contigo esta reflexión: La perfección es una llamada, una invitación, una forma de amar y no necesariamente una carga. Parafraseando a Juan Ciudad, es el profundo deseo de ‘hacer bien el bien’, es decir, de dar lo mejor de uno mismo, de entregarse sin reservas en cada detalle, en cada gesto, en cada obra. Y si lo pensamos, es el impulso que ha llevado al ser humano a las cumbres del arte, la ciencia, la música, el deporte, la espiritualidad. ¿Acaso la belleza no es perfección? ¿Acaso las grandes obras maestras no son el fruto de un alma que se ha dejado consumir por la pasión de hacer algo excelente? ¿Acaso la música no alcanza su esplendor en la precisión con la que cada nota encuentra su lugar? ¿Acaso la arquitectura no se convierte en un puente entre el cielo y la tierra cuando cada línea, cada medida, cada cálculo es exacto? Es amor en su máxima expresión, por tanto, no necesariamente está relacionado con frialdad ni con obsesión. Es la ple...

Caminar juntos: el arte de guiar, compartir y dejarse sostener

Hay quienes llevan en el alma la vocación de guiar. Tienen la capacidad de tomar la delantera, de iluminar el camino cuando otros tropiezan, de ofrecer una referencia clara cuando alguien necesita ser sostenido. Su presencia es fuerte, protectora, casi paternal. Son refugio en la tormenta, brújula en la incertidumbre, y en ese papel se sienten plenos, útiles, fieles a lo que son.  Sin embargo, cuando la vida les pide algo distinto—cuando el camino no exige tirar, sino caminar al lado, cuando la ayuda ya no es solo dar sino también recibir—entonces sienten un desafío más profundo. No porque les falte generosidad, sino porque en su interior está arraigada la certeza de que su misión es sostener, y no siempre saben cómo vivir la vulnerabilidad de ser sostenidos. Les cuesta soltar la necesidad de controlar, de ser quienes resuelven, porque en el fondo, aceptar ayuda puede hacerles sentir débiles o innecesarios. Pero la verdadera fraternidad no se construye solo desde quien guía, sino d...

Cuando el alma siente demasiado, pero no quiere dejar de hacerlo

  A veces, nos sentimos desubicados, como si camináramos a un ritmo distinto al del mundo que nos rodea. Mientras todo parece avanzar con prisa, nosotros necesitamos detenernos, saborear, contemplar. Mientras otros pasan por alto los detalles, nosotros los absorbemos con intensidad, dejando que nos habiten, que nos transformen. Parece que el resto del mundo grita cuando necesitamos silencio, que celebra lo superficial cuando lo nuestro es la hondura. En ocasiones, el peso de sentir tanto, de captar lo que otros pasan por alto, se convierte en un fardo que llevamos en el alma, sin saber muy bien dónde descargarlo. Y, sin embargo, aunque a veces pesa, sabemos que renunciar a esta forma de mirar la vida sería renunciar a una parte esencial de nosotros mismos. Tener una sensibilidad profunda es una forma de estar en la vida que nos permite ver la belleza en lo pequeño, encontrar sentido en los detalles, leer lo que no se dice con palabras. Pero también nos enfrenta a un dolor que ...

Hacer bien el bien: la excelencia como un acto de fidelidad

  Hay algo dentro de nosotros que nos impulsa a dar lo mejor, a cuidar los detalles, a hacer las cosas con amor y con verdad. Es un acto de coherencia, una expresión de fidelidad a lo que creemos, más que un perfeccionismo malentendido. No es una imposición externa, sino una motivación intrínseca, esa fuerza interior que nos lleva a actuar desde el sentido y no desde la obligación . Lo vivimos no por la mirada de los demás, sino porque sentimos que así es como debe ser. Cuando lo que hacemos tiene sentido, cuando respondemos a aquello en lo que creemos, lejos de convertirse en una carga o en una exigencia que oprime, se transforma en una llamada interior que ensancha el alma y refuerza nuestra autodeterminación, permitiéndonos vivir con mayor autonomía y plenitud . A veces nos dicen que hay que aflojar, que no merece la pena ser tan exigentes, que el perfeccionismo desgasta. Y me pregunto, ¿realmente se entiende lo que hay detrás? Quizás la clave no esté en rechazar el deseo de h...

Más allá del espejo: el autoconcepto en la mirada de Dios

Últimamente me han definido de una manera que me ha herido, y eso me ha llevado a cuestionarme mi autoconcepto. Vivimos rodeados de opiniones, etiquetas y expectativas . Desde que nacemos, la mirada de los demás va moldeando la imagen que tenemos de nosotros mismos. A veces, nos reconocemos en ese reflejo; otras, nos sentimos ajenos a él. Nos preguntamos si somos lo que los demás dicen, lo que proyectamos, lo que hacemos… Pero, ¿es esa nuestra verdad más profunda? Para descubrirnos de verdad, hay una pregunta que puede cambiarlo todo: ¿Quién dice Dios que soy? Su mirada es la única que nos ve con absoluta claridad, sin distorsiones ni condiciones. En ella encontramos la respuesta que da sentido a nuestra identidad. La construcción del autoconcepto: una mirada desde la fe Hay momentos en la vida en los que sentimos la necesidad de hacer silencio y preguntarnos: " ¿Quién soy realmente? " No quién dicen los demás que somos, ni la imagen que proyectamos, sino lo que en...